PROYECTO PERSONAL 

"Relatos que perduran: homenaje al legado visual de Antonio Camoyán"

En el corazón de la región de Huelva, España, emerge un lugar auténticamente singular en su esencia y estampa: el Río Tinto. Esta tierra ancestral, famosa por sus ricas vetas de minerales y su distintivo río rojo, ha sido fuente de inspiración para innumerables artistas a lo largo de los años. Entre ellos, destaca el maestro Antonio Camoyán, cuya obra fotográfica, "El Alma del Paisaje", logró capturar este insólito lugar de una manera inigualable.

La partida de Antonio dejó un vacío no solo en su entorno familiar, sino también en el mundo de la fotografía, donde sus composiciones magistrales inspiraban pura admiración. Aunque el tiempo ha hecho que sus imágenes se desvanezcan en la vastedad de los medios digitales, la llama de su visión perdura en el alma de aquellos que tuvimos la fortuna de conocerlo y amar su trabajo.

Siguiendo sus pasos y guiado por su legado visual, surge un proyecto fotográfico que nace del profundo afecto y fascinación que siempre me ha transmitido tanto su persona como su fotografía. No pretendo plagiar la obra de Antonio; más bien, mi propósito es darle continuidad como un homenaje a su forma única de fragmentar el paisaje de Río Tinto. Su particular manera de interpretar y representar con imágenes ha dejado una huella indeleble en mi desarrollo artístico, persistiendo como una influencia significativa a lo largo de todos estos años.

El proyecto se encuentra segmentado en doce series, cada una narrando un relato visual que explora los diversos elementos que componen el paisaje. Desde las algas que acarician las aguas rojizas hasta los óxidos que exponen sus obras abstractas en los vagones de la estación de Zarandas, de tal manera que cada conjunto de imágenes nos revela una parte de la identidad de este sorprendente lugar. Los simbolismos trascienden el entorno material para convertirse en una conexión trascendental entre el artista, el observador y el paisaje. Los trampantojos despliegan un juego de engaño en la percepción del observador, invitándolo a acceder a un surrealismo puramente ilusionista. Mientras tanto, las distorsiones generadas en el agua crean pinceladas sutiles y enérgicas, transitando desde lo figurativo hasta lo abstracto. Los espumarajos y natas danzan con las corrientes, exhibiendo sus galas tan bellas como efímeras río arriba y río abajo. Los barros y craquelados hablan de juventud y vejez, revelando el estado y la evolución de su piel. Los eléctricos nos cautivan con descargas de colores vibrantes, mientras que las rocas parecen sudar todo el cromatismo acumulado bajo el agua. Las pozas, esculpidas por años de transformación, cobijan historias sorprendentes en su interior.

Cada clic de la cámara es un acto de devoción, un recordatorio de que la visión de un artista nunca desaparece cuando es sostenida por aquellos que la aprecian. Antonio Camoyán vive en cada imagen capturada, en cada recuerdo compartido y en cada asombro que evoca su legado.

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