Aquella memorable mañana, la laguna de Stokksnes en Islandia amaneció envuelta en un manto de hielo, creando un escenario impresionante y mágico. Desde el primer instante, pude percibir una serie de detalles cautivadores que me hicieron presentir que sería una experiencia extraordinaria. Los fuertes temporales habían atrapado algas y otros restos vegetales, que ahora yacían cautivos en mi lienzo de hielo, creando una composición visual fascinante. La arena negra volcánica, conocida por su singularidad, se transformaba en una versión abstracta del arte de Jackson Pollock, arrojando con ímpetu su énfasis en el paisaje. Cada salpicadura de arena negra sobre el lienzo blanco del hielo generaba una sinfonía visual de contrastes cautivadores. Los colores oscuros y vibrantes destacaban poderosamente contra la pureza del hielo y el blanco inmaculado de la nieve circundante. Era como si el paisaje mismo estuviera expresando su propia forma de arte, evocando una sensación de asombro y admiración en mi corazón.